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Si no sabes cuánto contaminan tus neumáticos y crees que por conducir un coche eléctrico, ya tienes una movilidad de emisiones cero, sencillamente te equivocas. Por suerte, gracias al Sistema Integrado de Gestión de Neumáticos Usados (Signus), en España se recogen todos los neumáticos fuera de uso -o al menos deberían- para su posterior reciclado. 

Así, al menos aquí los neumáticos desechados no resultan un problema ecológico de primer nivel, pero eso no quita que tanto en su fabricación como a lo largo de toda su vida útil sean una fuente de contaminación. Lo primero porque de su rozamiento con el suelo, especialmente al frenar y acelerar, se desprenden micropartículas. 

Como sucede con las partículas que generan las pastillas de freno al entrar en contacto con los discos, el material microscópico que emiten las ruedas acaba convirtiéndose en las temidas partículas PM10 y PM2,5. Cuando se habla de contaminación en ciudad, no es al CO2 -gas inocuo- a lo que se hace referencia es a los óxidos de nitrógeno y a estas partículas, que son muy dañinas para la salud. 

Básicamente, lo que contaminan tus neumáticos se debe a los materiales que se desprenden de su rozamiento con el asfalto. Entre ellos está el negro de carbón, un producto petrolífero que da a las ruedas algunas de sus características, como su intenso color oscuro. 

En los procesos de reciclado de neumáticos, estos o bien se trituran para producir polvo granulado para parques o pistas de fútbol una vez extraídos los componentes metálicos o bien se disuelven para obtener combustibles. Sin embargo, no hay un proceso para recuperar ese negro de carbón. 


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Por suerte ya hay algunas iniciativas al respecto, como la de Michelin y Bridgestone. “Incrementar el uso de negro de carbón recuperado en los neumáticos es fundamental para alcanzar la movilidad sostenible”, reconoce Jakob Ronsholt, Vicepresidente de Estrategia y Transformación de Bridgestone Europa, Oriente Medio, India y África. 

Junto con Michelin y las demás partes interesadas, podemos generar un impulso decisivo en esta importante iniciativa, así como redoblar nuestros esfuerzos para reducir las emisiones de CO2 y fabricar neumáticos a partir de materiales totalmente renovables y sostenibles”.

Se emite una auténtica barbaridad de CO2 en la fabricación de las ruedas porque el proceso denominado vulcanización requiere de un horno de cocción a más de 100 grados de temperatura. Pero el mayor problema de la producción de neumáticos es su elevado uso de materias primas. 

Especialmente las plantaciones de caucho natural, que es un componente básico del neumático, están llevando a la desaparición de grandes superficies de selva en el sureste asiático. Aunque en las ruedas también se usa mucho acero y otros ingredientes como el silicio. 

Por suerte, aunque muy recientemente, los fabricantes de neumáticos están empezando a trabajar en reemplazar todas estas materias primas de alto impacto ecológico por otros componentes. En el caso de Continental hace tiempo que trabaja en procesar caucho a partir de la sabia del diente de león. 

Recientemente, Goodyear ha presentado el Eagle GO, un neumático conceptual desarrollado con Citroën y que emplearía una banda de rodadura de materiales reciclados, que además podría sustituirse con el tiempo y llegaría a durar hasta 500.000 km de vida útil. 

Son solo las primeras iniciativas en un sector que produce 2.268 millones de unidades cada año y que es imprescindible para la movilidad global, pero, que como todos, deberá avanzar más rápido hacia la sostenibilidad del neumático, al menos mucho más de lo que lo ha hecho en los últimos 100 años. 

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