Las zonas más contaminadas por radiación en España han permanecido ignoradas durante décadas. Un legado que mezcla accidentes nucleares, descuidos históricos y una grave ausencia de acción política. En 2018, el Consejo de Seguridad Nuclear reconoció oficialmente la existencia de seis áreas contaminadas por radiación en España, aunque no estaban «formalmente declaradas» debido a la ausencia de un registro oficial de zonas afectadas.
Con motivo del Día Internacional de la Energía Limpia, queremos destacar lo ocurrido en estas áreas y cumplir el objetivo fundamental de esta fecha: sensibilizar y promover una transición justa e inclusiva hacia las energías limpias, en beneficio tanto de las personas como del planeta.
Palomares
Uno de los casos mas conocidos es el de Palomares, un pequeño pueblo en Almería que en 1966 se convirtió en el escenario de un accidente nuclear.
Durante la Guerra Fría, un bombardero estadounidense chocó con un avión cisterna en pleno vuelo, liberando cuatro bombas nucleares sobre el territorio. Aunque ninguna de ellas explotó, dos liberaron plutonio al romperse durante el impacto, contaminando varias hectáreas.
A pesar de los esfuerzos iniciales por limpiar la zona, grandes cantidades de suelo contaminado siguen presentes en el lugar. El Gobierno español ha negociado con Estados Unidos durante años para trasladar los residuos nucleares a territorio estadounidense, pero hasta ahora no se ha alcanzado un acuerdo definitivo.
Imagen: La Razón
El embalse de Flix
Otro ejemplo de zona contaminada es el embalse del Ebro, ubicado en Flix, Tarragona. Durante décadas, esta región sufrió los efectos de vertidos industriales procedentes de la actividad química.
Estos vertidos, que incluían residuos radiactivos y metales pesados, se acumularon en el fondo del embalse, creando un serio problema ambiental que no fue abordado hasta comienzos del siglo XXI. Incluso actualmente, las labores de descontaminación aún no han terminado.
Banquetas del Jarama
En 1970, durante la dictadura, se produjo un escape de varias decenas de líquido radiactivo en el antiguo Centro Nacional de Energía Nuclear Juan Vigón. El escape se coló por las alcantarillas pasando por el Manzanares para finalmente llegar a la acequia del Jarama y al Tajo. El franquismo ocultó el accidente y, evidentemente, no llevó a cabo ningún plan de contención.
Tras drenar el canal de riego parte de los lodos se enterraron en los márgenes de la acequia, donde aún hay presencia de cesio-137 y estroncio-90.
Estuario del Río Tinto
En las enormes balsas de esta zona y durante varias décadas, la empresa Fertiberia estuvo depositando sus residuos en forma de fosfoyesos, en los que también hay isótopos radiactivos. La Mesa de la Ría lleva años denunciando esta problemática en Huelva y responsabiliza tanto al Gobierno, como a la Junta y al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). Además, esta organización se opone al plan de restauración propuesto para la zona, que aún está pendiente de la declaración de impacto ambiental por parte del Ejecutivo central.
El Hondón
En Cartagena, Murcia, existen otros depósitos de lodos de fosfatos que cubren aproximadamente 108 hectáreas y contienen uranio-238. Estos residuos fueron arrojados por la empresa química Potasas y Derivados.
La falta de acción y sus consecuencias
A lo largo de los años, la inacción política ha sido uno de los principales factores que ha dificultado la resolución de estos problemas. Muchas de las zonas contaminadas por radiación en España han permanecido fuera del foco público debido a la falta de información y al escaso interés mediático. Esto no solo ha perpetuado el problema, sino que también ha aumentado los riesgos para las comunidades locales.
La exposición prolongada a materiales radiactivos puede tener graves consecuencias para la salud, como un mayor riesgo de cáncer y otras enfermedades. Además, estos residuos también afectan a los ecosistemas de los alrededores, poniendo en peligro la biodiversidad y contaminando recursos como el agua y el suelo.
Pasos hacia una solución
Las medidas tomadas por las organizaciones responsables son escasas y llegan con años de retraso. Sin embargo, están comenzado a trabajar en conjunto para desarrollar planes de acción más efectivos. Esto incluye la elaboración de mapas que identifiquen las zonas contaminadas, la inversión en tecnologías de descontaminación y la colaboración con instituciones internacionales.
Esta situación pone en evidencia la cada vez más necesaria utilización de energías limpias, libres de toda contaminación y residuo. Su principal ventaja (entre muchas otras) es que la mayoría se obtienen de recursos inagotables de la naturaleza o de rápida regeneración, por lo que se puede recurrir a ellas de forma casi permanente e ilimitada.
Un ejemplo práctico de ello es la empresa Quaise Energy, dedicada a la extracción de energía geotérmica. Llegando a una profundidad de 20 kilómetros y alcanzando temperaturas de hasta 500 grados, pueden construir plantas limpias de generación eléctrica y distribución de calor, generando una huella mucho menor que otras energías renovables.
Con un aumento progresivo de la población, el futuro de la energía es verde. La demanda energética a nivel mundial no hará más que seguir creciendo y no podrá ser satisfecha por los combustibles fósiles. Se estima que el gas natural podría agotarse en 60 u 80 años y el petróleo en 40 o 50. Por no hablar del ya insostenible agravamiento del calentamiento global, provocado por la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera que causa la quema de combustibles fósiles.
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