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Es una paradoja que aún reconociendo que lo que hoy se reforesta, pueda arder mañana en un superincendio, ese tampoco es un motivo para dejar de plantar árboles. 

Lamentablemente, una de las consecuencias del Cambio Climático será el aumento de los incendios forestales. Este año, ya se han quemado en España 193.247 hectáreas, más del doble que en todo el año 2021. 

Como en toda Europa, durante los últimos 100 años en España, la masa de bosques se ha multiplicado por dos por efecto de cambio de los usos y costumbres tradicionales, en primer lugar, y el abandono del campo, en segundo. En muchos lugares, la carrasca ha tratado de recuperar su viejo terreno. 

Eso es mucho combustible para alimentar fuegos porque, desgraciadamente, no hay un modelo económico que promueva una gestión sostenible de los bosques españoles. Más allá de recoger la madera que no se queme. 

Y como la que se quema también suele dejar siempre algún ingreso, esa gestión se hace innecesaria para los no moradores del territorio. También esta es imposible cuando los habitantes actuales van desapareciendo y superando determinadas edades.

Además, aunque hay estándares que sí los certifican, el del Ministerio de Transición Ecológica -con el que Forest Bank desarrollará sus proyectos este 2022- no otorga bonos de carbono por la gestión sostenible de los bosques. Este trabajo es clave para evitar que sucedan incendios como los de Zamora. 

Allí, a pesar de tener décadas de edad, los árboles tenían entre 4 y 6 metros de altura, dado que no se habían llevado a cabo limpiezas y clareos en los últimos años. Con ese tamaño y el suelo lleno de maleza y hierba seca, los sotobosques están totalmente a merced de arder por completo. 


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En caso de producirse clareos y limpiezas, los árboles crecen hasta mayor altura. Eso, además de producir mayores absorciones de CO2, los protege considerablemente de los incendios pequeños y, sobre todo, evita un riesgo mayor: los superincendios. 

Pero para que estas limpiezas de bosque se produzcan, además de las pocas ayudas existentes en algunas comunidades, debería haber incentivos adicionales y suficientes para que la actividad económica impulse los trabajos. Estos podrían ser registrar las compensaciones de CO2 de estas prácticas, pues las subvenciones directas llegan hasta donde llegan. 

Si no, por culpa del calentamiento global y el aumento de las sequías, año a año, irá aumentando la superficie de bosques quemados hasta que baje porque no haya más que quemar. 

Evolución de la sequía en España en el último siglo por años

No es aconsejable cargarlo todo al erario público, ni tampoco es posible cruzarse de brazos ante el calentamiento global. Una estrategia, de muchas, para pararlo es plantar árboles, puedes hacerlo con Forest Bank o quien quieras, pero esos bosques deben mantenerse para fijar el CO2


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Los superincendios por falta de gestión

El modelo de reforestación colectiva de Forest Bank está diseñado para que sus usuarios y sus clientes de empresa sean, junto a nosotros y a las comunidades locales, vigilantes del estado de los bosques que se planten. 

Porque detrás hay un interés común, este es un modelo bueno; pero es sostenible en el tiempo y replicable, porque ese interés además es económico y a largo plazo. Plantar árboles y salir corriendo con los bonos de carbono en la mano es una mala práctica.

Si no, habrá más superincendios, porque los árboles que ahora se reforestan en algunos casos serán abandonados a su suerte en poco tiempo y rodeados por la carrasca y los matorrales. Así sucedió en 2021 en el gigantesco incendio de la sierra de Málaga. 


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Fuegos en el noroeste de la Península Ibérica. En Galicia, solo en una semana de julio de 2022, ardieron 30.000 hectáreas

El primer superincendio de España devoró el verano pasado la Sierra Bermeja. Junto con el de este mismo verano, en Mijas, acabó con los últimos reductos de un paisaje que siempre había coronado una parte de la Costa del Sol. Manuel, un usuario de Forest Bank de Mijas, nos compartía desolado este verano: “hasta que me muera, ya no habrá más que tierra y piedras donde había visto árboles desde niño”. 

En el incendio de Sierra Bermeja, las condiciones meteorológicas (viento cacheado y cambiante), la orografía que hace que ese viento se arremoline y cambie de dirección, más la falta de limpieza del terreno y los árboles medianos crearon la receta perfecta para un superincendio


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A diferencia de un fuego normal, en estos se alcanzan temperaturas mucho más altas hasta que se produce el fenómeno de convección. En ese momento, el incendio pasa a superincendio y es, literalmente, imposible de apagar. 

Porque genera sus propias condiciones meteorológicas y hasta que no se acabe el combustible o estas condiciones cambien, no hay nada que hacer. Y no solo calcina todo a su paso. Además, crea pirocúmulos: nubes de fuego que ascienden a cientos de grados de temperatura.

Los pirocúmulos de la Sierra Bermeja se pudieron ver desde Ceuta. Estos, además, pueden derrumbarse y arrasar con todo lo que encuentren como si fuera el flujo piroclástico de una erupción volcánica, por lo que no pueden arriesgarse vidas de personas trabajando en la extinción. 

¿Reforestar hoy para que arda mañana? Claro que sí, la Naturaleza jamás va a estar libre del fuego mientras haya algo que pueda arder. Y ni siquiera un pequeño incendio de cuando en cuando en un bosque es malo, siempre y cuando este no sea tan destructivo. 

Pero lo que sí es necesario aprender es a gestionar los recursos de manera que estos no acaben perdidos para siempre. Si no, las generaciones posteriores recordarán a la nuestra como la gran destructora de las últimas joyas naturales. 

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